Una fiesta a medianoche de Lucy Foley

Reseña sin spoilers

¡Pero vaya fiestón se monta Lucy Foley aquí!

Literalmente una fiesta: inauguración de un resort de lujo en la costa de Dorset, con farolillos al borde del bosque, pájaros presagiando desgracias y los vecinos del pueblo mirando con odio contenido desde la sombra.

La historia se cuenta desde varias voces (Bella, Francesca, un cocinero, un inspector…) y salta del presente al pasado con un diario de cuando las niñas eran pequeñas. Esto hace que al principio cueste un poco arrancar —no te voy a mentir, hay momentos de “perdona, ¿quién era este y qué había pasado con él?”— pero llega un momento en el que todo ese folclore, la obsesión con mantener felices a las aves negras y la tensión entre ricos con túnica de lino vs. vecinos hasta el moño, empieza a mezclarse y te mete de lleno en el salseo.

«Lucy Foley monta un fiestón oscuro donde hasta los pájaros saben que algo va a salir mal.»

Francesca es de esas protagonistas que empiezas odiando en la página 3 (esa mezcla de “yo medito y hago kombucha” + “desprecio a todo el mundo”), pero cuanto más avanza la fiesta más se le ve el plumero. Y lo de Bella… mejor no digo nada, pero hay un “¡ahhh!” notable.

¿Es un thriller perfecto? No. ¿Hay demasiados POV y algún giro un poco forzado? Sí.
¿Lo he disfrutado como si fuese un reality cutre mezclado con folklore británico? ABSOLUTAMENTE.

Lo mejor: el último tramo, con las revelaciones finales y ese epílogo en el pub que me hizo cerrar el libro con media sonrisa.

Mi resumen interno mientras lo leía fue: “esto es un disparate… y estoy exactamente aquí para esto”.

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