La habitación de las voces de Dreda Say Mitchell

Reseña sin spoilers

Rachel está en la cuerda floja: sin dinero, sin casa, y con la deuda pisándole los talones. Así que cuando le ofrecen un trabajo en una empresa aparentemente seria, lo acepta sin mirar mucho más. El problema es que el despacho no es precisamente Google Campus, sino un edificio antiguo con un sótano lleno de historia trágica, pasillos raros y rumores que ponen los pelos de punta.

La novela empieza fuerte: claustrofobia, sensación de encierro y un aire de “no salgas por esa puerta” que engancha desde la primera página. Rachel es fácil de empatizar, porque en el fondo solo intenta salir adelante sin pedirle dinero al padre millonario que podría sacarla de apuros con un chasquido. Esa independencia, aunque a veces la meta en líos, le da mucha vida al personaje.

«Cuando tu nuevo trabajo parece más un escape room embrujado que una oficina: entretenido, claustrofóbico y un poco demasiado.»

Peeero (y aquí viene el pero gordo): a medida que la trama avanza, las decisiones de Rachel rozan lo inverosímil y la acumulación de giros termina siendo demasiado. Sí, el ambiente da mal rollo y los descubrimientos bajo tierra tienen su punto, pero también hay momentos que parecen sacados de un escape room con guion improvisado: puertas secretas que aparecen porque sí, trabajos surrealistas, jefes misteriosos que parecen cosplayeados de hacker antisistema…

El resultado es un thriller psicológico que se lee de un tirón, con atmósfera opresiva y momentos tensos, pero también con bastantes excesos que rompen la credibilidad. Digamos que es de esos libros que entretienen y dan para una tarde intensa de lectura, aunque luego te quedes pensando: “Vale, pero… ¿esto tenía algún sentido?”.

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